San Juan de Naiguatá: Un legado ancestral de devoción que resuena en cada tambor
Donde el sol pinta de oro las aguas de Naiguatá y la brisa marina cuenta historias centenarias, surge un llamado que no es del oleaje, sino de la fe profunda. No ha terminado el eco de San Juan Bautista Niño cuando ya el pueblo se prepara.
San Juan, patrón de redes y de almas, quien desde el corazón de este terruño costero, convoca a sus fieles. Con la esperanza en cada peñero y el mar en cada latido, Naiguatá se alista para honrar a aquel que guía sus pasos y bendice su sustento, en una celebración que une la devoción con la sal y el sudor de su gente
En cada hogar, en cada corazón, la esencia de la tradición perdura, un fuego sagrado que no se apaga. San Juan niño, el que llegó del mar y de la resistencia, se recoge en el alma del pueblo, esperando el próximo junio para renacer en la danza, en el repique y en la fe inquebrantable del pueblo.
Cuando el último tambor calla y el sol, cómplice, se sumerge en el mar de Naiguatá, la fiesta de San Juan no termina; se vuelve un susurro en el viento salobre. Las ofrendas, el baile y el canto se transforman en memoria, en la promesa de un nuevo amanecer.
Y así, el espíritu de la fiesta vela el sueño del mar, hasta que el sol del próximo Día de San Juan Bautista Niño, vuelva a besar la arena de Naiguatá.
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