OPINIÓN | Cuatro reacciones a una derrota, por Clodovaldo Hernández
La oposición (nacional y global) reacciona ante su derrota playera tratando de escurrir el bulto, pero de formas diferentes. Aquí van cuatro de ellas:
1.- Un clásico: “Yo te aseguro que yo no fui”

De la más rancia estirpe opositora es la respuesta que podría tener como banda sonora aquella pieza de Pedro Fernández, “Yo te lo juro que yo no fui”.
En más de dos décadas de Revolución no ha habido una respuesta más socorrida que esta, en especial después de sus más estruendosos fracasos, que comenzaron en abril de 2002.
Se recordará que entonces, luego de tantos desplantes de bravuconería entre el 11 y el 12 de ese mes, opositores de todo pelaje coincidieron en negar su participación en el derrocamiento del Gobierno Constitucional. Dieciocho años después, todavía siguen diciendo que firmaron una lista de asistencia y no un decreto de tierra arrasada.
Luego de esa graduación en el “yonofuiísmo”, han seguido oscilando entre la fanfarronada y la cobardía de negar lo evidente. Así lo han hecho en sabotajes petroleros, guarimbas, ataques paramilitares, denuncias falsas de fraude, más guarimbas, descargas de calentera, más guarimbas recargadas con linchamientos y otras barbaridades, magnicidios frustrados, robo de ayuda humanitaria, apagones provocados, golpe de Estado platanero, robo de Citgo, Monómeros, oro y depósitos bancarios y, lo más reciente, invasión mercenaria.
El mal parece ser contagioso porque todos los que entran en contacto con los opositores locales terminan haciendo lo mismo. Para muestra, el jefe mayor de la infame operación mercenaria, ejecutada en plena pandemia, Donald Trump, fue interrogado y dijo, en pocas palabras, que si les vienen a contar cositas malas de él, manden todos a volar y dí-gan-les que- él-no-fue.
2.- Ridiculizar: el truco de los paracachitos

Otra de las estrategias de respuesta de la oposición nacional y global es tratar de desmentir los hechos haciéndolos ver como ridículos. Es otra modalidad vieja basada en tratar de banalizar las denuncias hechas por la parte agredida.
La muestra más acabada de este mecanismo fue la campaña que los medios nacionales -entonces muy poderosos- montaron en el caso de los paramilitares colombianos detenidos en la finca Daktari, de El Hatillo, Caracas.
Como se recordará, las mentes creativas de la maquinaria mediática resolvieron que la mejor forma de desvirtuar la grave denuncia era repetir hasta la saciedad que quienes estaban en ese lugar no eran peligrosos paracos, sino obreros agrícolas. La prueba de eso fue que desayunaban con cachitos enviados por una panadería. Según los ridiculizadores, si fueran paramilitares no comerían algo tan urbano y sifrino, sino culebra asada y platos por el estilo.
Con el apelativo de “los paracachitos” desestimaron el primero de los intentos de atentar contra las autoridades legítimas de Venezuela, empleando una de las herramientas tristemente célebres de Colombia, el paramilitarismo más criminal.
En esta oportunidad quisieron hacer algo parecido. En las primeras horas de la mañana del domingo estaban en onda de inventarse otra palabreja del tipo “paracachitos”, pero ha sido tal el peso de la evidencia, que no han podido.
3.- Rebotar la culpa o Songo le dio a Borondongo:

Otro de los temas típicos de la película opositora en casos de grandes fracasos es Burundanga, el éxito que cantó, entre otras, Celia Cruz y que dice aquello de:
Tan pronto se ven señalados por los indicios y las pruebas, todos salen a acusar a otro dirigente opositor, cual niños consentidos de la maestra. De esta conducta de mutuos señalamientos podrían escribirse libros enteros, pero la actualidad nos ofrece ejemplos muy frescos.
El cruce de imputaciones ha sido hasta divertido, especialmente porque las protagonistas son figuras de la llamada canalla mediática que se han agarrado de las greñas en las redes sociales. ¡Huy! .
4.- Silencio en la noche (y en el día)
Otra respuesta característica de una oposición que nunca asume responsabilidades es el silencio. Esta es la conducta favorita de los que están metidos en los complot y pretenden pasar agachados, pero también de los que estaban excluidos del movimiento, pero no quieren aparecer como “colaboracionistas” del rrrégimen.
En ese lote también están los que en su fuero interno, mirándose al espejo o a solas con sus almohadas, están en desacuerdo con las salidas violentas y criminales, pero no tienen el guáramo necesario para asumir esa postura públicamente. Pobre gente.
Clodovaldo Hernández / Periódico 4F

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