La reina olímpica vuelve a la cancha donde aprendió a volar con su salto

El Estadio Nacional Brígido Iriarte no solo fue sede de la III Parada de la Liga Nacional de Atletismo. Fue el escenario de un reencuentro largamente esperado, de una ceremonia íntima entre una nación y una de sus hijas más ilustres. Allí, donde el concreto se mezcla con los sueños, Yulimar Rojas volvió a saltar en suelo venezolano. Y con ella, volvió algo más profundo: la certeza de que Venezuela puede levantarse, puede volar, puede sanar.

Hoy, regresa como plusmarquista mundial, doble medallista olímpica, siete veces campeona del mundo y símbolo de resiliencia. Pero este regreso no fue solo deportivo, fue emocional, fue espiritual, en el sentido más noble: el de reconectar a una comunidad con su orgullo.

El Brígido Iriarte como altar nacional

Desde horas antes del evento, las gradas se llenaron de familias, niños con banderas, entrenadores con lágrimas en los ojos, y jóvenes atletas que vinieron no solo a competir, sino a aprender lo que significa la grandeza. El ambiente era de fiesta, pero también de reverencia. Cada rincón del estadio respiraba emoción. Las pancartas decían “Yulimar, gracias por volver”, pero lo que se sentía era más profundo: un país que se reconocía en su fuerza.

La competencia reunió a más de 150 atletas de todo el territorio nacional, pero fue el salto de Yulimar lo que convirtió la jornada en un acto de comunión. Su primer intento, de 13,85 metros, fue recibido con aplausos. El segundo fue invalidado. Pero fue el tercero. ese salto de 14,38 metros, el que desató la ovación. No por la marca, sino por lo que significaba: el regreso de una campeona que ha sabido caer, sanar y volver a levantarse.

La lesión que la alejó y la lucha que la trajo de vuelta

En abril de 2024, una rotura en el tendón de Aquiles la dejó fuera de los Juegos Olímpicos de París. Fue un golpe duro, no solo físico, sino emocional. En sus propias palabras, la medalla de bronce obtenida recientemente en el Mundial de Atletismo fue una victoria personal, un símbolo de que no hay caída definitiva cuando se tiene fe, disciplina y amor por lo que se hace.

Durante su recuperación, Yulimar se mantuvo lejos de las pistas, pero cerca del corazón de sus seguidores. Su regreso a Venezuela no fue solo una decisión técnica: fue una necesidad emocional. Volver a la tierra que la vio nacer como atleta, reencontrarse con el público que la formó, y cerrar un ciclo que comenzó hace más de una década.

Más que una atleta, un símbolo nacional

Yulimar Rojas no es solo una figura del deporte. Es una narrativa viva de lo que significa ser venezolano en tiempos difíciles. Su historia habla de sueños, de esfuerzo, de identidad, de lucha contra el olvido. Cada salto suyo es una metáfora del país: caer, impulsarse, y volar más allá de lo esperado.

La III Parada de la Liga Nacional de Atletismo fue también una plataforma para nuevas generaciones. Compitieron atletas como Orneliz Ortiz y Oriana Carpio, quienes ocuparon el segundo y tercer lugar en la prueba de salto triple. Pero todas las miradas estaban puestas en Yulimar. Porque su presencia no solo eleva el nivel técnico: eleva el espíritu colectivo.

 Un país que salta con ella

El ministro del Poder Popular para la Juventud y el Deporte inauguró la jornada con palabras que reconocieron el valor simbólico del evento y a su vez enfatizó “Yulimar es una de las mejores atletas del mundo”, declaró para Venezolana de Televisión (VTV).

Yulimar Rojas volvió a casa. Y con ella, volvió algo que no se mide en metros ni en medallas: la esperanza. Su salto fue un gesto de amor, una declaración de pertenencia, un abrazo a la nación que la vio partir y que hoy la recibe como leyenda.

Epílogo, el salto que nos pertenece

El regreso de la Diosa del Olimpo, fue el testimonio vivo de que los sueños no se quiebran con las caídas, sino que se forjan en ellas. Su salto en el Brígido Iriarte no solo marcó una distancia en metros: marcó una distancia emocional entre lo que fuimos y lo que podemos volver a ser.

Yulimar es más que una campeona. Es una mujer que ha enfrentado el dolor físico, la presión mediática, la distancia emocional de estar lejos de su tierra, y aún así ha vuelto con una sonrisa, con gratitud, con humildad. Su historia habla de disciplina, pero también de ternura. De fuerza, pero también de fragilidad. Y en esa mezcla está su grandeza.

Para los niños que la vieron saltar desde las gradas, Yulimar es la prueba de que se puede soñar en grande desde cualquier rincón del país. Para los jóvenes atletas que compitieron a su lado, es el recordatorio de que el talento necesita constancia, pero también coraje. Para quienes han sentido que el camino se cierra, ella es la voz que dice: “No te rindas. Lo mejor puede estar justo después del dolor.”

Yulimar no solo volvió a casa, volvió para sembrar futuro, para recordarnos que el país que sueña, que lucha, que se levanta, existe. Y que cada vez que ella salta, no lo hace sola: salta con ella una generación que quiere creer, que quiere construir, que quiere volar.

*Bienvenida a casa, aquí no solo te recibe el aplauso, te recibe la memoria, el orgullo, la esperanza, te recibe un país que se reconoce en tu fuerza, en tu sonrisa, en tu vuelo. Venezuela te aplaude con el alma*

VTV/RIRV/MQ/DB/