Poder nocivo de las bacterias aumenta por nanoplásticos
Un equipo de especialistas de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, Estados Unidos, advierte en un estudio que la presencia de nanoplásticos en el medio ambiente podría aumentar la virulencia de la bacteria Escherichia coli, uno de los principales responsables de brotes de enfermedades transmitidas por alimentos.
Estos fragmentos de plástico, tan diminutos que pueden adherirse a microorganismos y penetrar en las raíces de las plantas, se hallan cada vez más en nuestros alimentos, en el agua que consumimos e incluso en nuestro organismo, pero sus efectos sobre la salud humana continúan siendo un misterio.
Los investigadores fabricaron nanoplásticos de poliestireno, el mismo material de las clásicas «cajas de comida para llevar», con carga positiva, neutral y negativa. Al exponer estos diminutos polímeros a E. coli libre en solución y a bacterias inmersas en biopelículas (biofilms), descubrieron que los nanoplásticos con carga positiva inducen un “estrés” fisiológico notable en las bacterias.
“Imaginemos a un perro estresado: es más propenso a morder. De manera similar, E. coli sometida a nanoplásticos positivos incrementó la producción de toxinas Shiga, el principal agente que provoca la enfermedad en humanos”, explicó Pratik Banerjee, uno de los autores del estudio.
Además de elevar la liberación de toxinas, estos nanoplásticos retardaron el crecimiento inicial de las colonias bacterianas y demoraron la formación de biopelículas, aunque finalmente las bacterias consiguieron recuperarse y proliferar.
La importancia de estudiar el comportamiento de E. coli en biopelículas radica en que estas estructuras brindan a las bacterias una protección extra, gracias a una matriz extracelular que las aísla. “Nos interesaba conocer qué ocurría cuando un patógeno humano, comúnmente transmitido por alimentos, se encuentra con nanoplásticos mientras está protegido en un biofilm”, agregó Banerjee.
Para ello, los científicos sumergieron micropartículas de plástico de mayor tamaño en un cultivo de E. coli y permitieron que la biopelícula se formara en una o dos semanas. Luego introdujeron los nanoplásticos cargados: los resultados mostraron que, aun dentro del biofilm, los nanoplásticos positivos seguían provocando estrés y estimulando la producción de toxinas, reseñan Agencias Internacionales.
Este hallazgo cobra relevancia adicional si se considera que estudios previos han demostrado que las biopelículas asentadas sobre microplásticos pueden actuar como focos de transferencia de genes de resistencia a antibióticos, lo que podría dificultar el control de infecciones.
VTV/MQ/CP