Noticias sobre el origen de la desigualdad

Los seres humanos fueron libres hasta que la civilización trajo la servidumbre y la esclavitud. O lo eran, pero vivían en una guerra civil permanente que hizo necesario el Estado pacificador. A continuación una explicación sobre el origen de la desigualdad.

El amanecer de Todo contrapone más variedad: federaciones sin jefes permanentes, obras públicas gestionadas por usuarios, reyezuelos que solo mandaban en invierno, aristocracias guerreras y ciudades gobernadas por consejos municipales.

Hasta la invención de la agricultura, los humanos formaban pequeñas bandas de cazadores y recolectores donde imperaba la igualdad. Pero la domesticación de los cereales y el ganado produjo excedentes y la lucha por su apropiación, sumada a la creciente complejidad social, desembocó en la aparición de reyes, guerreros, sacerdotes o escribas.

El resultado inevitable fue el surgimiento de Estados basados en la desigualdad, patriarcado incluido. Esta visión del tránsito del neolítico a la civilización, pergeñada por Rousseau y Hobbes, ha dominado a la arqueología, la historia, la antropología y la filosofía política, y sigue presente en autores como Jared Diamond y Yuval Harari.

Para refutarla, David Graeber —de la London School of Economics — y David Wengrow —del University College of London— han integrado en El amanecer de Todo, las últimas pesquisas arqueológicas en una novedosa comprensión del origen de la desigualdad.

Un eje central de su revisión es el papel de la agricultura. En el relato convencional, los cereales fueron la “fruta prohibida” que puso fin al reino de la igualdad y abrió la puerta a la familia patriarcal, la propiedad privada y el Estado (“el pacto con el Diablo”, referido por Harari). Graeber y Wengrow, nos atiborran de ejemplos de cómo la agricultura no trajo desigualdad.

Para muestra, el ayllu, la comuna preincaica que distribuía las tierras colectivamente para que nadie tuviera más ni menos que los demás. Tampoco era la opción obligada: numerosos pueblos renunciaron a ella para volver a la caza y recolección (los constructores de Stonehenge); y otros cultivaban unos meses del año y el resto vivían de recursos silvestres (los moradores de las orillas del Nilo y el Éufrates).

El papel del patriarcado

Hay trazas de igualitarismo por doquier. Los españoles se asombraron del escaso poder de los caciques norteamericanos. En Tlaxcala, una meritocracia no vitalicia decidió unirse a Hernán Cortes contra los aztecas. En la cercana Teotihuacán, sus habitantes dejaron de alzar monumentos a los dioses para construirse viviendas de calidad. Sin embargo, la versión que Graeber y Wengrow, ofrecen de la opresión patriarcal resulta menos convincente, un fallo serio en cualquier historia de la desigualdad.

Si bien señalan que las mujeres y sus saberes tuvieron un papel relevante en el paleolítico y en la Edad de Bronce (los consejos de iroquesas que elegían a los jefes de familia y gestionaban el clan en ausencia masculina, el realce de las figuras femeninas en los frescos de Akrotiri), no explican cómo los hombres acapararon el poder familiar, económico y político.

VTV/CC/JMP

Fuente: SINC