Neurociencia confirma que los recuerdos no son copias exactas del pasado

Nuestros recuerdos no son copias fieles y exactas de lo que vivimos, sino más bien una reconstrucción creativa y a menudo imperfecta. La neurociencia demuestra que cada vez que traemos un recuerdo a la mente, nuestro cerebro no solo lo recupera, sino que lo reescribe y lo adapta.

Este proceso está influenciado por nuestras emociones, el contexto actual y las nuevas experiencias, lo que significa que el recuerdo de un evento puede cambiar sutilmente (o no tan sutilmente) con el tiempo.

​El papel de las emociones es crucial en la formación de nuestros recuerdos. Cuando experimentamos algo intenso, una parte de nuestro cerebro llamada amígdala se activa y desencadena un proceso químico que decide qué información es lo suficientemente importante como para ser almacenada.

Esto explica por qué los momentos de gran alegría, tristeza o miedo tienden a grabarse de manera más vívida en nuestra memoria, aunque con el paso del tiempo, incluso estos recuerdos pueden ser moldeados por el estado emocional en el que nos encontramos al recordarlos.

El estrés impacta en la memoria

​Factores como el estrés y las hormonas también tienen un impacto significativo en la calidad de nuestra memoria. El cortisol, conocido como la hormona del estrés, puede distorsionar o incluso suprimir detalles de un evento, que hacen que ciertos recuerdos sean menos precisos o incluso inaccesibles. Esto demuestra que la memoria no es un archivo estático, sino un proceso dinámico y vulnerable a las condiciones internas y externas del cuerpo.

​Además, la neurociencia revela que la memoria se construye a partir de fragmentos de información dispersos en el cerebro. No existe un único «centro de memoria». En cambio, diferentes partes del cerebro almacenan distintos aspectos de una experiencia, como el sonido, las imágenes y las emociones. Cuando recordamos, nuestro cerebro une estos fragmentos para formar una narración coherente, lo que inevitablemente introduce la posibilidad de errores y distorsiones.

​En resumen, lo que creemos recordar de un evento puede no ser lo que realmente sucedió, sino una versión que nuestro cerebro ha considerado más significativa, a menudo influenciada por la emoción.

 
 
 
 
 
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