Neurociencia confirma que distraer la mente es una forma de aprender
Salir a caminar sin rumbo, sin un destino claro, simplemente por despejar la mente ayuda al cerebro a prepararse para aprender mejor cuando realmente se necesita, así lo confirmó un nuevo estudio publicado en Nature, que pone el foco en un mecanismo de aprendizaje que ocurre incluso cuando no prestamos atención.
El trabajo liderado por Lin Zhong, Marius Pachitariu y colaboradores, en el Janelia Research Campus del Instituto Médico Howard Hughes, demuestra que el cerebro es capaz de preentrenarse por sí solo. Es decir, puede aprender del entorno sin necesidad de una tarea concreta o una meta específica. Este aprendizaje «sin supervisión», que hasta ahora se creía propio de los algoritmos de Inteligencia Artificial, resulta ser un proceso biológico profundamente activo en los cerebros animales, incluido el nuestro.
Aprender sin querer: un entrenamiento en segundo plano
Los investigadores registraron simultáneamente la actividad de decenas de miles de neuronas en el córtex visual de ratones mediante una tecnología de imagen avanzada llamada mesoscopio, capaz de captar hasta 90.000 neuronas al mismo tiempo. A estos ratones se les permitió explorar libremente un entorno de realidad virtual: un pasillo largo decorado con diferentes texturas visuales, algunas de las cuales estaban asociadas con recompensas y otras no. Durante semanas, los animales caminaron sin un objetivo claro, simplemente “explorando”.
La observación clave surgió al comparar dos grupos de ratones: unos que solo exploraron el entorno sin tareas, y otros que fueron entrenados directamente en asociar ciertas texturas con recompensas. Los ratones que habían explorado previamente aprendieron más rápido las asociaciones cuando se introdujo la tarea, lo que sugiere que su cerebro ya había procesado y estructurado gran parte del entorno.
El equipo descubrió que en ausencia de una tarea, ciertas áreas del córtex visual ya estaban activas, y codificaban características visuales del entorno. Cuando luego se les asignó una tarea concreta, otras áreas se sumaron al procesamiento. Esto llevó a una conclusión contundente: “Es completamente posible que gran parte de la plasticidad neuronal se produzca simplemente con la propia exploración del entorno del animal”, afirma Pachitariu en el comunicado de prensa.
El valor de la distracción
La neuroplasticidad, esa capacidad del cerebro para modificar sus conexiones en función de la experiencia, se ha asociado tradicionalmente al aprendizaje dirigido: cuando alguien nos enseña algo, cuando resolvemos un problema, cuando prestamos atención. Este estudio pone en jaque esa visión reduccionista. Lo que demuestra es que la simple exposición al entorno, sin objetivos, también genera cambios duraderos en el cerebro.
Los investigadores observaron que diferentes zonas del córtex visual se especializaban en diferentes modos de aprendizaje. Algunas regiones se activaban espontáneamente durante la exploración libre, mientras que otras se implicaban al realizar tareas concretas. “Significa que no siempre necesitas un maestro que te enseñe: aún puedes aprender sobre tu entorno de forma inconsciente”, afirmó Zhong.
Este hallazgo podría tener implicaciones profundas para nuestra comprensión del desarrollo cognitivo, tanto en humanos como en animales. Las caminatas distraídas, las observaciones sin objetivo o los momentos de ensoñación no serían vacíos, sino espacios fértiles donde el cerebro organiza el mundo, entrena sus modelos internos y se prepara para aprender más eficientemente cuando surjan necesidades.
Fuente: Medios Digitales
VTV/DR/CP