Metales tóxicos contaminan hasta el 17 % de las tierras mundiales de cultivo
A través de un análisis publicado en la revista Science, se determinó que entre el 14 y 17 % de las tierras de cultivo a escala mundial, equivalente a unos 242 millones de hectáreas, están contaminadas con al menos un metal tóxico, específicamente, compuestos como el níquel, cobre, cromo, arsénico, cadmio y cobalto; lo cual se determinó mediante 10 modelos de aprendizaje automático para predecir el exceso de metales tóxicos según todas las variables predictivas. Asimismo, se determinó que entre 900 y mil 400 millones de personas viven en zonas de alto riesgo.
El cadmio es el más prevalente y peligroso, especialmente en el sur y este de Asia, partes de Oriente Medio y África; además de ser un potencial carcinógeno. Igualmente, los resultados revelaron la existencia de ‘corredor enriquecido en metales’ de alcance transcontinental que se extiende a lo largo de Eurasia, lo que probablemente refleja los efectos acumulativos de la minería antigua y otros factores que han perdurado a lo largo del tiempo.
“Nuestro artículo muestra cómo la falta de control de algunos metales en el pasado ha causado problemas que perduran y son difíciles de remediar», argumentó el coautor del estudio, Steve McGrath. «Necesitamos más información y legislación basada en evidencia para controlar los ‘nuevos’ minerales que forman parte de la transición en curso. Esta carrera por los recursos está muy presente en la actualidad”, enfatizó. “El reciclaje también es parte de la solución. El avance hacia una economía circular es muy importante”, recalcó MacGrath.
El autor principal, Deyi Hou, y su equipo, recopilaron datos de mil 493 estudios regionales que abarcan 796 mil 84 muestras de suelo, para conocer su distribución en suelos agrícolas e identificar dónde se superan los umbrales de seguridad. Los umbrales regulatorios se obtuvieron de 11 países, incluidos Austria, Bélgica, Canadá, China, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos y Estados Unidos. “Incluimos tanto valores de referencia, que generalmente desencadenan una evaluación de riesgo para la salud específica del lugar, como valores de intervención, que suelen requerir esfuerzos de limpieza”, indicó el científico.
Algunas de las consecuencias de estos metales cuando se introducen en el suelo es que pueden persistir durante décadas, reducir los rendimientos agrícolas, poner en riesgo la calidad del agua, la biodiversidad o la seguridad alimentaria por la bioacumulación en animales de granja. “Estas grandes zonas de enriquecimiento en metales tóxicos se prevé que sigan aumentando debido al crecimiento de la demanda de metales críticos necesarios para apoyar la ‘transición verde’ a cero emisiones netas y el desarrollo de dispositivos fotovoltaicos, turbinas eólicas y baterías para vehículos eléctricos”, afirmó McGrath.
Fuente: SINC
VTV/DC/DS