Mea culpa africano: OTAN no debió atacar Libia
A casi una década y luego del caos mortal que provocó, dirigentes de África lamentan ahora su inacción frente a la agresión militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que en 2011 desembocó en el derrocamiento del gobierno libio de Muamar Ghadafi.
En una suerte de acto de contrición tardío, el presidente ugandés, Yoweri Museveni, afirmó que África debió detener la agresión de la OTAN, reseñó Prensa Latina (PL).
“No debimos permitir que los países occidentales atacaran Libia, los esfuerzos diplomáticos fueron insuficientes”, confesó el mandatario durante una conferencia de prensa.
En 2011, la aviación de la OTAN atacó al Ejército libio para apoyar a grupos armados irregulares, cuyas filas estaban engrosadas con extranjeros, lo que propició el derrocamiento del Gobierno constitucional y el asesinato de Ghadafi.
El líder africano, quien fue torturado y empalado en forma pública en brutal asesinato propiciado por occidente, cometió varios errores que terminaron en tragedia: confió en la buena voluntad de las potencias occidentales y entregó sus armas defensivas más potentes. Además, llegó a proclamarse “rey de los reyes del continente”, lo cual lo enemistó con otros gobiernos de la región.
De haber actuado África, Ghadafi se habría visto obligado a modificar su conducta y varios estados del norte y otros de esa región, no estarían obligados hoy a enfrentar el auge de los grupos terroristas armados por occidente.
Tras provocar la defenestración del Gobierno libio, las potencias occidentales, en particular las europeas, repitieron el gesto de Poncio Pilatos 20 siglos atrás: se lavaron las manos en la confianza de que los acontecimientos desembocarían en la entronización de un Gobierno ajustado a su ritmo y, sobre todo, abierto al retorno de sus intereses petroleros.
En la práctica lo que lograron fue abrir la caja de Pandora, esa que según la mitología griega encierra todos los males del mundo, entre ellos dos que afectan su tranquilidad: el contrabando de personas hacia sus costas y el mercado negro de armas que van a parar a manos de grupos islamistas en países del Sahel y otros más al sur del continente africano.
En seis de esos 11 países, todos excolonias europeas, actúan grupos armados islamistas, entre estos Níger, cuyo uranio alimenta las centrales nucleares francesas.
Ese complejo de situaciones explica el marcado interés europeo por calmar los ánimos en Libia, propósito en el cual no hay adelantos sustantivos, y también el mea culpa del presidente ugandés, valioso por sus implicaciones políticas, aunque no por ello menos tardío. /JB