De tragedia a farsa: La derecha latinoamericana repite la historia con Venezuela
La analista política peruana, María Fe Celi Reyna, realizó un análisis de la situación que se presenta en Venezuela actualmente, tras los resultados obtenidos en los pasados comicios presidenciales del 28-J, donde resaltó que la derecha de Latinoamérica sigue “con su vieja tradición de estar a destiempo con los procesos globales”, además rechaza como gobiernos extranjeros pretenden derrocar al Gobierno del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro.
A continuación el artículo integro:
En la última semana, la derecha latinoamericana (incluyó en el grupo a los sectores “autodenominados” progresistas) que sigue con su vieja tradición de estar a destiempo con los procesos globales y esta vez vuelve a ser la primera línea de Washington en un intento de derrocar al Gobierno del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, pretendiendo nombrar a un ‘Guaidó 2.0’.
Como dijo Marx, retomando la frase de Hegel, la historia se repite dos veces, una vez como tragedia y otra, como farsa.
La diferencia es que el mundo de cuando Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino y fue reconocido por numerosos países cambió para siempre. Hoy vivimos en un, aún joven, mundo multipolar donde los países más pequeños y vulnerables a la hegemonía occidental tienen más opciones de desarrollarse.
El Gobierno venezolano ha sabido entender los cambios y adaptarse a ellos. Por ello, los resultados frente a la intentona golpista de este año están siendo tan diferentes.
La tragedia de Venezuela
Desde 2014, se aplicó en Venezuela el guión de las revoluciones de color, que se usa también en otras partes del mundo como Ucrania o Hong Kong.
Actualmente se vive en un mundo multipolar donde los países más pequeños y vulnerables a la hegemonía occidental tienen más opciones de desarrollarse.
Consiste en la misma dinámica: a raíz de un hecho problemático en la sociedad (en este caso, los resultados electorales), provocan protestas violentas. Si tienen éxito en derrocar al Gobierno, se habla de éxito democrático. Si son reprimidas, se acusa a los gobiernos de violar los derechos humanos y le aplican medidas coercitivas unilaterales.
Sanciones
Venezuela está en el segundo caso en que Estados Unidos aplicó las primeras sanciones contra las autoridades de ese país en 2014. Al año siguiente, el Gobierno norteamericano clasificó a la nación suramericana como una amenaza a su seguridad nacional, lo que colocó a la economía venezolana en situación de vulnerabilidad. Esto fue un golpe al sector privado y afectó la calificación de crédito del país. La efectividad de las sanciones solo fue posible debido a la dependencia del dólar.
Luego, aún en el Gobierno del expresidente, Barack Obama, se firmó la Orden Ejecutiva de Venezuela, que ha sido renovada y extendida cada año por los sucesivos presidentes de EE. UU.
Donald Trump las llevó a un nuevo nivel, en la que incluyó las sanciones directas a Pdvsa, en que se bloqueó sus transacciones y el acceso al mercado financiero estadounidense. En 2019, aplicó un embargo total sobre la economía, como lo llevan haciendo desde la década del sesenta con Cuba. Además, se llevó a cabo el “Plan Guaidó” y el consecuente robo de activos venezolanos.
La lista continúa y se pueden encontrar en documentos oficiales estadounidenses, ya que pareciera que se enorgullecen de sus acciones. Lo importante es entender sus consecuencias.
En 2021, Alena Douhan, relatora especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sobre los impactos negativos de las medidas coercitivas unilaterales, explicó que el Gobierno venezolano estaba sobreviviendo con el 1 % de su presupuesto de antes de las sanciones.
Algunos argumentan que la crisis venezolana empezó antes, lo cual es engañoso. La crisis existía, pero como el investigador Francisco Rodríguez ha explicado, las sanciones convirtieron una crisis cíclica en una humanitaria. En 2019, el mismo experto declaró a The New York Times que temía que la aplicación de las sanciones anunciadas ese año pudiera resultar en una hambruna para el país.
La consecuencia más obvia fue el fenómeno migratorio. Recientemente, el mismo The Washington Post publicó que se le advirtió al entonces presidente Donald Trump que las sanciones podrían empujar la salida de muchos venezolanos de su país, justo lo contrario a lo que él había prometido a sus votantes, aun así, se aplicaron.
Muy probablemente apostaron por que un porcentaje muy pequeño de esas personas afectadas por una crisis que Washington agravó a su punto máximo llegaría a las puertas de EE. UU., y que la mayoría quedaría regada por los países de la región sin ninguna capacidad de asimilarlos, como sucedió.
La lucha de Venezuela por su soberanía y por un mundo multipolar
Por el accionar del extinto Grupo de Lima, la nación venezolana fue asediada diplomáticamente por buena parte de Suramérica y parte de Centroamérica, mientras luchaba su propia ‘Guerra económica’ a lo interno, azuzada por las sanciones punitivas de EE. UU. y la Unión Europea (UE). Por ello, el Ejecutivo venezolano empezó a buscar socios a nivel global.
Venezuela tiene una larga tradición multipolar. El Comandante Hugo Chávez fue un visionario cuando dijo, en 1998, que el siglo XXI sería multipolar. Por ello, el chavismo siempre apostó por la integración regional para que fuese uno de los bloques del nuevo mundo y fortaleció vínculos con otros países alrededor del globo.
El presidente Maduro apostó por fortalecer el camino que trazó Chávez, manteniendo vínculos fuertes con los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) y priorizando las relaciones con sus socios globales.
En estos años, Venezuela fortaleció su relación con Rusia. También se establecieron relaciones comerciales con países como Turquía, Siria y, sobre todo, con Irán.
Hugo Chávez fue un visionario cuando dijo, en 1998, que el siglo XXI sería multipolar. Por ello, el chavismo siempre apostó por la integración regional.
Probablemente, el éxito diplomático más importante se dio durante la visita a China de Maduro en 2023. El mandatario venezolano viajó por cuatro ciudades chinas, donde tuvo encuentros importantes con autoridades y empresarios. En Beijing se reunió con el presidente Xi Jinping y se decidió elevar el vínculo diplomático a “asociación estratégica a toda prueba y a todo tiempo”, el segundo nivel más importante en la diplomacia china.
En paralelo a los logros diplomáticos, el Gobierno venezolano aceleró las reformas estructurales de la economía para cortar la dependencia del exterior. Actualmente Venezuela produce casi la totalidad de alimentos que consume.
Asimismo, en agosto de 2023, se aprobó la creación de las Zonas Económicas Especiales para la diversificación de cadenas productivas. Mientras, que los avances en la desdolarización permitirán al país abrirse a más mercados internacionales. Es un proceso muy reciente que apuesta por la soberanía.
Como resultado, la nación suramericana lleva 11 trimestres de crecimiento económico. El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta que, este año, tendrá un crecimiento de 4%, el más alto de la región. La economía venezolana se empieza a recuperar, sin depender del petróleo, y esta vez, el Gobierno de EE. UU. no tendrá posibilidad de sancionarla.
El Ejecutivo venezolano aceleró las reformas estructurales de la economía para cortar la dependencia del exterior.
Asimismo, las alianzas diplomáticas fortalecidas en los últimos años respaldan a Venezuela. Inmediatamente después de las elecciones, China, Rusia e Irán, los tres pilares del mundo multipolar, reconocieron la elección del presidente Nicolás Maduro. El país se ha convertido en un aliado clave en la región y no van a permitir que colapse.
Maduro responde a la farsa
La primera reacción del Jefe de Estado venezolano ante la evidente injerencia externa luego de las elecciones fue retirar a los diplomáticos de siete países latinoamericanos y expulsar a los representantes de esas naciones de Venezuela y el mensaje fue claro: no los necesitamos.
En la más reciente reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), que tuvo lugar el 31 de julio, no se alcanzaron los votos para la resolución que daba órdenes a Venezuela, que no forma parte de la organización, en materia electoral. Luego, Perú, que lideró la insania colectiva, reconoció a Edmundo González como presidente electo. Por lo cual, el Gobierno venezolano formalizó la ruptura de las relaciones.
Este intento de un Guaidó 2.0 ha dejado a la región dividida entre países que entienden cómo funciona el mundo y aquellos que se quedaron en el pasado.
La Casa Blanca también siguió el camino de Perú, pero cuando el presidente Maduro dijo que entregaría derechos de explotación de petróleo y gas a los países del bloque BRICS, inmediatamente recularon desde Washington. Para sorpresa de todos el vocero de la presidencia argentina, Manuel Adorni, anunció que su país esperaba cauteloso los resultados, desdiciendo lo publicado por Javier Milei en las redes sociales.
Mientras tanto, países como Colombia, Brasil y México han tomado decisiones más cautelosas. Los dos primeros han dicho que esperan resultados finales; mientras que México indicó que respeta el principio de no intromisión en asuntos internos de otros países.
Este intento de un Guaidó 2.0 dejó a la región dividida entre países que entienden cómo funciona el mundo y aquellos que se quedaron en el pasado. El Gobierno venezolano cosechó los frutos de su trabajo diplomático de los últimos años y, por ahora, desarticuló a la oposición extremista.
La encrucijada de la derecha latinoamericana
Cabe preguntarse cómo se ha naturalizado que mandatarios se sienten envalentonados para interferir en asuntos internos de otros países y además recibir el respaldo de la población.
Más de uno me transmitió la misma idea por redes sociales: estás lejos, no tienes que lidiar con el fenómeno migratorio.
Efectivamente, cuando salí de Perú, la coyuntura migratoria era bastante reciente. Recuerdo que en los medios hablaban de “refugiados venezolanos” que huían de la “dictadura venezolana”. Me sonaba raro que no mencionan las sanciones coercitivas.
Al parecer, tanto mentir por casi seis años, logró que algo se convirtiera en verdad. Se ha creado la percepción de que los venezolanos que decidieron salir de su país son víctimas de una “malvada dictadura”, y no migrantes económicos que huyeron producto de las sanciones.
Por ello, en su mentalidad, si el presidente Maduro sale del poder, los migrantes regresarán a Venezuela y se acabarán los problemas. De ahí que las personas de a pie en otros países de la región sientan el proceso electoral venezolano como propio y aplaudan a sus mandatarios. El problema es que jugaron con ellos.
Antes de las sanciones, Venezuela tenía una crisis cíclica, muy común en una región exportadora de materias primas y dependiente del mercado internacional. Otros, países de la región pasaron por lo mismo, millones también tuvieron que emigrar y, por cierto, muchos de ellos se asentaron en la nación venezolana.
La solución a la crisis migratoria siempre ha sido abogar por terminar las sanciones y dejar que Venezuela siga su camino independiente. Los gobernantes de la época no quisieron y provocaron la crisis actual, con ayuda de los medios corporativos. Supongo que un potencial éxito del chavismo significaba un riesgo para ellos.
Hasta el momento, la falta de visión de la derecha latinoamericana la ha dejado aislada y varios problemas sin solución a la vista, sobre todo en materia migratoria, porque se han cortado los vínculos con Venezuela.
Ahora les quedan dos opciones. O mantener la farsa por más tiempo, o crecer políticamente, reconocer el proceso venezolano y sentarse con Maduro a la mesa para encontrar salidas diplomáticas a problemas comunes.
Y, tal vez, podrían empezar a trabajar por una integración real de la región, más allá de quién sea el Gobierno de turno.
Fuente: RT
VTV/WIL/CP