Compartir la comida es un indicador de bienestar
Según el Informe Mundial sobre la Felicidad 2025, compartir la comida es uno de los factores que mejor predicen el bienestar, comparable a factores como los ingresos y el empleo.
Sin embargo, la tendencia está en declive: en la actualidad, 1 de cada 4 estadounidenses come solo, lo que supone un aumento del 53% desde 2003. Estados Unidos ocupa el puesto 69 y el Reino Unido el 81 de 142 países en cuanto a comidas compartidas. Por el contrario, países como Senegal, Gambia, Malasia y Paraguay encabezan la clasificación mundial, con residentes que comparten 11 o más comidas con otras personas cada semana.
El informe concluye que los habitantes de países con altos índices de comidas compartidas también declaran un mayor apoyo social y menores niveles de soledad, lo que sugiere que el declive de las comidas en común en las sociedades más industrializadas es algo más que un cambio de estilo de vida: es un problema de salud pública.
La urbanización y la digitalización empezaron a fragmentar la vida cotidiana, las reuniones que antaño unían a la sociedad fueron desapareciendo. Los horarios de las fábricas introdujeron el trabajo por turnos y las rutinas basadas en el reloj, lo que dificulta la coordinación de las comidas compartidas.
A mediados del siglo XX, la expansión de los suburbios y la difusión de las escenas televisadas fomentaron aún más las comidas solitarias o apresuradas. Con el tiempo, la mesa familiar dio paso a la comodidad, con comidas cada vez más moldeadas por la velocidad, las pantallas y los horarios individuales en lugar de los rituales o la unión.
En décadas más recientes, la revolución digital (unida a la pandemia del COVID-19) ha acelerado esta fragmentación, relegando cada vez más las comidas a una necesidad fugaz entre videollamadas, trabajo de oficina y redes sociales.
De qué manera comer con amigos o familiares impacta en al cerebro
La ciencia sigue siendo clara: comer con otros es bueno para el cerebro. Una investigación publicada en Adaptive Human Behavior and Physiology demuestra que las comidas sociales estimulan el sistema de endorfinas del cerebro, las mismas vías estrechamente vinculadas a la oxitocina y la dopamina, los neuroquímicos responsables del vínculo, la confianza y el placer. Resulta que compartir la mesa es tan vital para la conexión humana como la propia conversación.
Una investigación publicada en Frontiers in Public Health sugiere que las experiencias de comida en común pueden ayudar a reducir los sentimientos de soledad, tristeza y angustia emocional entre los adultos mayores, contribuyendo a mejorar el bienestar mental. Del mismo modo, un estudio reciente publicado en Clinical Nutrition reveló que los adolescentes que compartían regularmente comidas con otras personas presentaban menos síntomas de estrés, ansiedad y depresión que sus compañeros que comían solos.
Estas comidas, concluyeron los investigadores, proporcionaban apoyo emocional y una zona de confort frente a los problemas de salud mental. Si las comidas compartidas son, en efecto, uno de los remedios más accesibles y asequibles contra la soledad moderna, quizá su recuperación no tenga que ver con la nostalgia, sino con la necesidad.
Fuente: Medios Digitales
VTV/DR/CP