Clodovaldo Hernández analiza la “narrativa” opositora sobre una detención

Analicemos los hechos crudos: una ciudadana que tiene orden de captura por delitos que investiga el Ministerio Público, intenta salir del país por el principal aeropuerto. Las autoridades la detienen y la trasladan a una sede policial. [Si usted quiere, siga el hilo].

Calibremos la narrativa que se despliega en los medios de comunicación y redes: la ciudadana es víctima de una desaparición forzada, un secuestro, están violando sus derechos humanos, peligra su vida. ¡SOS mundial!

Gobiernos, organismos diplomáticos, ONG, dueños de medios, periodistas e influencers exigen que sea liberada de inmediato y sin condiciones y que le pidan perdón de rodillas. Quieren la cabeza de los funcionarios que “la secuestraron”.

Dato importante: la existencia de la orden de captura era conocida, pues se anunció públicamente en enero por boca del fiscal general de la República, Tarek William Saab.

Otro dato: la ciudadana fue señalada por otros ciudadanos, presuntos implicados en graves delitos contra la estabilidad política y la vida del presidente de la República. Ellos confesaron su participación y delataron a los supuestos cómplices.

Pregunta: ¿Por qué las ONG de derechos humanos denuncian el caso como una desaparición forzada, si saben que es la ejecución de una orden de captura ajustada al ordenamiento jurídico? ¿No es eso una banalización de la denuncia de un delito considerado de lesa humanidad?

Otra pregunta: ¿En alguno de los países que financian a esas ONG, se permite que una persona con orden de detención salga del país libremente, a cuenta de que sea mujer o defensora de derechos humanos? ¿En cuál país? …Es para saber.

Reflexión: Ese tipo de salidas del país ha ocurrido tantas veces en Venezuela que ya los opositores radicales y sus aliados externos lo consideran un derecho adquirido. Por eso reclaman airadamente y aplican la solidaridad automática.

Opinión: Esta es una de las consecuencias de la impunidad establecida como norma. Se ha permitido que los cabecillas de las peores maquinaciones entren y salgan del país a su antojo. Los ejemplos sobran y son lacerantes.

Cuando se ha tolerado la violación de las reglas de manera consuetudinaria (dícese de lo que se ha hecho costumbre) y luego se pretende aplicarlas, los primeros afectados se quejan, chillan, se alzan. Sucede en los países, en los trabajos, en las escuelas, en las familias.

Deseo: Ojalá esto signifique el fin del cuento de los acusados de serios crímenes que escapan de arrestos domiciliarios o de alguna embajada y aparecen fuera como exiliados heroicos (y ricos) a los que —como consuelo— se les llama “prófugos de la justicia venezolana”. ¡Ojalá!.

Clodovaldo Hernández /@clodoher

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